Por Carrick Mollenkamp y Mark Gongloff
Los mercados de bonos se están volviendo más riesgosos a medida que los inversionistas en busca de retornos estables hacen subir los precios y pasan por alto algunas señales de alerta temprana similares a los que surgieron durante la burbuja de crédito.
La semana pasada, los precios de los bonos de alto rendimiento, o “chatarra”, alcanzaron su nivel más alto desde 2007, casi el doble de los mínimos de la crisis de crédito. En los nueve primeros meses del año, las empresas han vendido US$172.000 millones de bonos chatarra, un récord anual, según la proveedora de datos Dealogic.
En cierto modo, la tendencia alcista de los bonos chatarra se basa en la menguante tasa de cesaciones de pago en los últimos meses y en la creencia de que, siempre y cuando la economía no vuelva a entrar en recesión, estas tasas seguirán cayendo. La crisis financiera eliminó del sistema a muchos deudores débiles y las finanzas corporativas son, por lo general, más sólidas en la actualidad que antes de la crisis. Sin embargo, una doble recesión podría arrastrar a una segunda, si bien menor, ola de prestatarios.
La tasa de cesación de pagos de los bonos de alto rendimiento en Estados Unidos declinó a 5,1% en agosto frente al 13,2% de hace un año, informó recientemente Moody’s Investors Service, que añadió que espera que la tasa se ubique por debajo de 3% para finales de año.
Las tasas de interés pagadas por las compañías con sólidas calificaciones crediticias se han desplomado este año, cayendo a 1,8 puntos porcentuales por encima de los rendimientos de bonos comparables del Tesoro de EE.UU., que están ofreciendo algunos de los rendimientos más bajos en décadas. Las compañías con pobres calificaciones crediticias están pagando 6,2 puntos porcentuales por encima de los del Tesoro, inferior a los casi 20 puntos porcentuales de 2008, según Barclays Capital Indexes.
La alta demanda ha permitido a las empresas de más riesgo vender bonos con menos protecciones para los inversionistas. Tales convenios, o garantías, impiden a las compañías adoptar medidas que puedan perjudicar a los tenedores de bonos y protegen a los inversionistas en caso de una venta de la empresa.
Hasta ahora, el auge de los bonos ha sido positivo para la economía, permitiendo al gobierno de EE.UU. y a grandes compañías endeudarse barato y dándoles un respiro financiero a las empresas más débiles hasta que repunte el negocio.
Pero una sólida demanda continua puede tener consecuencias inesperadas.
La deuda barata y abundante propició los auges de los mercados de la vivienda y de las compras apalancadas, que colapsaron después de que los compradores que se endeudaron demasiado no pudieron pagar los préstamos.
Una razón por la que los rendimientos de los bonos siguen cayendo es la falta de oferta. A pesar de casi dos años de fuerte endeudamiento del gobierno federal y de las compañías no financieras, el monto total de deuda circulante en EE.UU. es casi US$70.000 millones menor que en su punto más alto en el primer trimestre de 2009, según datos de la Reserva Federal.
Aún así, son pocos los analistas que consideran que el mercado de bonos se encuentra cerca de ser tan riesgoso como hace varios años.
“Es más acertado decir que todavía estamos quitándonos de encima la última burbuja crediticia que decir que estamos comenzado una nueva”, afirma el profesor de economía de la Universidad de Harvard Kenneth Rogoff.